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En el DF

Un terremoto, la vida, la calma de México

martes 20 de marzo de 2012 Las rutas se multiplican. Ando en México para asistir al campus de la Escuela de Periodismo Auténtico. El recibimiento... un pinche temblor de muchosss grados, una calma a prueba de informativos y un par de tacos de ración al alma para conectar con este pueblo.

Por Paco Gómez Nadal

Mi madre me lo dijo hace muchos años: "los periodistas tienen la culpa de todo". Matizo: no somos los periodistas por ejercer tan innoble oficio, sino los periodistas al hacer de correa de transmisión de los mensajes envenenados del poder. 

Si uno hace caso a esos mensajes, al viajar a México haría un buen seguro de vida y se despediría de los amados para dejar en paz las cosas terrenales. Y es cierto, México está jodido. Un nivel de violencia inhumano se infiltró hace tiempo en la lógica diaria de funcionamiento. Los imperios, primero; el propio Estado mexicano, después y siempre, y el narco, ahorita... conjugan la violencia en todos los tiempos verbales imaginables.

Pero México sigue vivo, respira y camina. La gente es amable y el tono del DF no es el de una megacapital alocada a pesar de sus 9 millones habitantes o a pesar de los noticieros. El centro histórico de la ciudad es una historia discontinua que luego va rompiéndose en fragmentos en las diferentes colonias de la urbe. Todas con su propia historia, todas sumando a la inmensa cultura de un país cuyo mayor pecado es ser vecino de un gigante tan deseado como hambriento, ser la puerta de entrada y el patio trasero. A pesar de ello, a pesar de las noticias, México palpita en esa dimensión inabarcable.

Y tiembla.

Hoy tembló cuando yo terminaba de estremecerme (si es que eso es posible) frente al mural Katarsis de José Clemente Orozco, en la segunda planta del impactante Palacio de Bellas Artes. Antes, me habían golpeado Rivera o Siqueiros... quizá por eso tardé algo en reaccionar. El temblor fue fuerte y prolongado, igual que la calma de las cientos de personas que estaban en ese momento en el Palacio, inlcuidos decenas de escolares.

Las calles y las plazas del centro de la ciudad se sembraron de oficinistas, de funcionarios... Algún desmayo, poca bronca.... un nivel de civilización que si hubiera sido protagonizado por japoneses aparecería destacado en los noticieros. No será así. La próxima vez que sepan de México tendrá aellido de sangre y olor a saña. Parece que el resto, la vida, no importa tanto.  

 

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