Las Malvinas son Latinas
lunes 13 de febrero de 2012 Es difícil estar libres de prejuicios, pero pareciera que la visión que se expone sobre la Guerra de Las Malvinas de esta nación hermana, estuviera descentrada de lo importante.
“Argentina ahora no está sola” es la frase que le ha caído en gracia a los diferentes tipos de nacionalismos que se pueden percibir en Argentina. El apoyo que manifestara el presidente venezolano Hugo Chávez hace unos días en relación al conflicto con Inglaterra por las Islas Malvinas -bautizadas como Falkland Islands por los ingleses- es uno de larga trayectoria conflictiva y de heridas que se han mantenido siempre abiertas.
Luego de vaivenes históricos propio de la época de colonización de nuestro continente por parte de coronas europeas y otros, las Islas Malvinas quedaron en manos del Estado Argentino.
Linealmente la cosa más o menos fue así: en el año 1690 el capitán de Marina inglés John Strong, bautizó el Estrecho San Carlos como Falkland y, décadas después, la isla fue ocupada por invasores franceses, después nuevamente por españoles y así y así, hasta llegar a manos del Estado Argentino tras la creación del Virreinato de La Plata en 1776. Tras la oficialización de este enclave de la monarquía española, se dibujó el camino para la posesión de las islas recibiendo, incluso, el reconocimiento de la Independencia argentina por parte del Gobierno Inglés, sin reclamar el disputado territorio.
En 1833 Gran Bretaña expulsó a las autoridades argentinas dispuestas en la zona e hizo ocupación oficial del territorio argentino y desde entonces, el reclamo por las Islas Malvinas ha pasado a estar lejos de ser una reivindicación antigua o sin fundamento; hoy la soberanía vuelve a ser tema de portada y discurso de Gobierno con la conmemoración del aniversario número 30 de la Guerra de Las Malvinas.
Resumiendo, sucedió que a poco de iniciarse el Mundial de Fútbol de 1982, especial momento de atención de la "opinión pública" a una sola cosa por sobre muchas otras; el "alcohólico y bravucón" Leopoldo F. Galtieri, sucesor del asesino y dictador Jorge Rafael Videla, gobernante en ese entonces, impulsó la Guerra de Las Malvinas, una intentona por recuperar el territorio perdido que arrastró a la muerte, la vejación y la humillación a cerca de 20 mil soldados, terminando con cerca de 400 jóvenes muertos que son todavía menos de los que, años después y hasta la actualidad, se han suicidado por las secuelas económicas, sociales y sicológicas de la guerra.
Es difícil estar libres de prejuicios, pero pareciera que la visión que se expone sobre la Guerra de Las Malvinas de esta nación hermana estuviera descentrada; el drama que significó este choque entre fuerzas militares con toda su disparidad a favor de los europeos, el drama que sigue significando para cientos de familias traumatizadas por una apuesta a perdedor de un loco asesino sirviente de un modelo económico y un sector social que nos atosiga, es el producto de esa guerra.
Y más, hoy, con la tensión que existe dado el ferviente tema y su actualización con el reforzamiento militar inglés en la isla, las múltiples declaraciones de apoyo de gobiernos latinoamericanos y los discursos de la presidenta Cristina Fernández, sumado a la crisis mundial que se avecina y los problemas de escazes de los "recursos naturales" y la geopolítica de naciones imperialistas como Gran Bretaña.
Malvinas es más que “the name by which the Falkland Islands are known in Argentina” como dice un diccionario inglés-español que tengo a mano.
Dicen que desde la base que los europeos tienen instalada en las islas se podría atacar Brasil, Uruguay, Argentina y Chile o más; y eso ya no me suena tan descabellado como la utilización de la vida de cientos de jóvenes argentinos con todo un camino por delante para, como si fuera el mundial, atomizar a la gente con chauvinismos que dieran legitimidad a una dictadura cruenta, feroz y genocida, una que exterminó a más de 30.000 militantes populares y parte de sus familias.
Y no me suena tan descabellado en realidad lo sucedido en la dictadura, pues entiendo que las mismas razones antipopulares que la impulsaron ayer, tientan hoy a los gobernantes ingleses;conociéndose la alta riqueza natural del Cono Sur y la lógica política que se está dando en el Planeta.
Por lo mismo, el asunto es ahora un tema de discusión para Latinoamérica, como siempre debió haber sido, pues, el poderío militar de Inglaterra, que seguramente no representa a su pueblo trabajador, es enorme y fuera de películas de guerra, se puede intentar mirar más atrás y ver lo que hay, como en todo.
Mientras, en Buenos Aires, el canto unísono de políticos millonarios vitorean por la recuperación de las Malvinas. A la par, los parlamentarios se unen también para subirse el sueldo a 7500 dólares al mes, con regalías como 20 pasajes aéreos para estos mismos 30 días y más, más para unos pocos, en un país donde el salario mínimo no alcanza para vivir dignamente.
Ya estoy en Uruguay, en el próximo texto les trato de hacer imaginar la maravilla de viaje sobre las aguas del Delta del Tigre desde Buenos Aires hasta Carmelo, Uruguay, y su inmenso verdor, donde mi cabeza tuvo un golpe eléctrico y, junto con él, un pequeño cambio. Me queda tinta escrita sobre Argentina y un lápiz completo para escribir sobre Uruguay, este pez pequeño escondido en el mar que nada contra la corriente.